Augusto
Raúl Cortazar
Apuntes
de Introducción a las ciencias antropológicas – Parte III – Folklore - Curso de 1971
Clase N,
17, 2 de junio de 1971
Hemos insistido en el concepto de
que el folklore es el resultado de un proceso cultural dinámico; que nada es folklore por sí mismo
y que este proceso se cumple
habitualmente en el seno de ciertos grupos, de ciertas comunidades a las
que, convencionalmente, en los últimos años hemos llamado sociedad folk. Hemos tratado de caracterizar la cultura que le es específica, con sus rasgos, con sus características, con
el estilo de vida que implica,
con las actitudes que provoca, de
modo de diferenciarla de otros niveles, y tipos de cultura que se dan dentro
del gran contexto de una sociedad.
Enfocamos en este momento el último
de los puntos del tema dedicado a folklore,
desde el ángulo
de su trayectoria histórica,
refiriéndose su formación desde el momento del descubrimiento y la
colonización de América hasta hoy.
Una característica que interesa
destacar como punto de partida, es que los equivalentes a los que hoy llamamos
grupos folk, se habrían constituido, históricamente hablando, con posterioridad.
a la formación de los núcleos urbanos iniciales. Los grupos folk han ido constituyéndose en la zona de influencia de cada una de
las. nacientes ciudades, en las
circunstancias históricas variables
para cada una
de las regiones y de las circunstancias.
Los antropólogos y los folkloristas
han distinguido una caracterizaci6n propia para las sociedades de
tipo folk. Hemos dicho que la misma no responde a una
realidad determinada concreta, sino a una generalización a una abstracción de
rasgos, que surge inductivamente del análisis de muchas comunidades y
sociedades de ese tipo en el mundo. Estas respondieron también a estos rasgos y
caracterizaciones.
Esta enumeración esquemática de lo
que podríamos llamar conductos culturales, a
través de los cuales
los elementos llegan a los grupos folk, donde inician el
proceso, será fructífero si llega a convertir este bien recibido en un fenómeno
folklórico, o resultará fallido si no se
convierte en folklore, no obstante haber estado presente este bien en el ámbito
de la cultura folk en algún momento. Estos distintos niveles a través de los
cuales pueden llegar los bienes o los elementos folk al grupo correspondiente,
serían los de una tradición cultural superior las transculturaciones urbanas
directas de la ciudad a la campaña, las supervivencias de culturas pretéritas
desintegradas y extinguidas como realidad orgánica viviente, los contactos y
transferencias de un grupo folk a otro y las reelaboraciones y variantes que
pueden producirse en el seno del mismo.
Imaginemos que estos procesos, a
medida que se producen en los innumerables pequeños núcleos folk de América,
desde el siglo XVI en adelante, son aldeas, pueblitos, que irán evolucionando
de acuerdo con las circunstancias geográficas y antropogeográficas,
demográficas, sociales, económicas, etc., de una forma u otra.
Desde el punto de vista de la
ciudad misma que con el tiempo desarrollará su importancia como las primeras
épocas de Asunción, de Potosí o de Li.ma, la cultura letrada, de nivel urbano,
institucionalizada, guardará un grado de relación, de conocimiento y de
familiaridad con las de tipo folk de los grupos dispersos en las campañas de
América.
Insisto conceptualmente en la
distinción entre· cultura folk y letrada, tecnificada, urbana,
institucionalizada, libresca, porque hay distintos tipos de actitudes que
permiten la diferenciación de un caso y de otro, pero ello no significa
aislamiento, ni incomunicación entre la cultura urbana y la cultura folk. Muy
por el contrario, esta intercomunicación es esencial para entender uno de los
rasgos más característicos de la culturo. folk, como también la presencia en
la cultura de nivel urbano de elementos de procedencia folk. Precisamente,
entre las características de la cultura folk hemos mencionado la de una
tradición cultural superior.
Estos elementos, la gran tradición
a que se refiere Redfield en sus últimos trabajos, llega a los grupos folk,
habitualmente, a través de las ciudades. De modo que la relación es, siempre,
mucho más intensa culturalmente de lo que podría pensarse en un comienzo.
Eso no quiere decir (y esto es lo
que ocurrió en todo ese largo
proceso histórico que va desde
el siglo XVI en adelante) que los integrantes letrados de la ciudad, que
los núcleos y niveles que han estado
atentos y ansiosos por mantener el ritmo de la cultura europea,1ue
les era familiar, que los grupos librescos y llamados cultos, universitarios
(en las ciudades donde ya las universidades funcionaron desde los p:rimeros
tiempos) hayan estado compenetrados, viviendo 1a realidad cotidiana de estas
culturas rurales dispersas, remotas,
aisladas, de los múltiples grupos perdidos en la campaña y no siempre comunicados
con la ciudad.
Los elementos letrados ele la
ciudad tuvieron la actitud que les es habitual, es decir, estar al día,
intentar asimilar las novedades que las metrópolis y las grandes ciudades de
los países prestigiosos de cada época, enviaban como legados de sus novedades
en literatura, en música, en costumbres, en filosofía, en. artes, en todas las
expresiones de la vida. Pero mientras las ciudades recibían las novedades de
todos los sectores de la cultura, generación tras generación, siglo tras siglo,
qué ocurría con la cultura folk que
había detenido inicialmente un aporte y que permanecía aislada, no
incomunicada, manteniéndose en su propia órbita.
Pues ocurría un fenómeno que
podríamos llamar de ocultación con respecto a los sectores letrados urbanos, de
estos elementos de cultura folk propios de los grupos correspondientes de la
campaña del país que se considera. Esta falta de interés de la ciudad, esta
actitud a veces, superior y desdeñosa, con respecto a estas manifestaciones
rústicas, humildes y pueblerinas, hizo que se desconociera en los ambientes urbanos
el tesoro de cada una de estas culturas folk representadas.
En el ámbito de las ciudades
pareció que algunos de los elementos de estas culturas por no ser familiares en
el ámbito urbano, habían desaparecido. Esto ocurrió cuando los investigadores
hacia fines del siglo XVIII, y en el siglo XIX, comenzaron a interesarse por
manifestaciones notables, muy difundidas, muy populares, dos o tres siglos
atrás. La respuesta de la gente culta, letrada, fue invariablemente escéptica, esos
bienes aparentemente habían desaparecido. Pero sesos bienes permanecieron en el
seno de los grupos folk y fueron transmitiéndose de generación eh generación
mediante un proceso que coincide con el que hemos llamado proceso de
folklorización.
Algunas veces se fue enriqueciendo
este patrimonio con nuevos aport.es, pero siempre merced al proceso ineludible, al conocimiento de los
elementos o de los bienes
que el grupo folk recibe, su
asimilación, su vigencia social, su
transmisión sincrónica a los miembros. Del grupo, su perduración diacrónica,
por último, su folklorizaoión propiamente.
dicha, pone el matiz regional que representa la vinculación de esa
cultura con el ambiente geográfico, en el seno del cual se desarrolla.
Esta situación, este estado de la cultura folk, oculta a los intereses y a la
curiosidad de la ciudad, es lo que Menéndez Pidal ha llamado
el estado latente. Cuando aplicó el concepto con motivo del estudio de los romances, obtuvo la
comprobación suficiente como para formular esa teoría. El estado latente de los
bienes culturales, aparentemente perdidos según los ambientes letrados de la
ciudad, han seguido los procesos, que es lo
que conocemos cuando hemos. tratado de los procesos de folklorización.
Todo ha sido transmitido por vía
oral, todo ha sido empírico, tradicionalmente mantenido de una generación a
otra, y por ser regional, aislado, por no acudir a la escritura como medio
habitual de transmisión, las manifestaciones de cultura folk
a lo largo de estos .siglos han
quedado como vacías.
Menéndez Pidal insiste en que hay
que precaverse contra ese exceso positivista
de identificar documentación con
la realidad. Lo que no está documentado por carecer de documentación no existe,
o a la inversa, los elementos culturales existen no obstante esta circunstancia
a veces casual, de no tener rastro alguno de la documentación. La evidencia
de que
existió, de que existe, de que seguirá existiendo porque los procesos se mantienen en la historia de la
cultura, es que en determinado momento,circunstancias diversas
:pueden promover una
aparición, una muestra, una manifestación de
esos elementos folklóricos, en :principio negados y
supuestamente desaparecidos.
¿Cuáles son las circunstancias que
pueden favorecer manifestaciones de este tipo? Hay circunstancias de
carácter histórico y otras
de carácter cultural o
estético. Para referirnos a algo próximo a. nosotros que nos permita
interpretar y conocer mejor el proceso folk, pensemos en lo que significó
para la América
española el movimiento
inicial desde 1810
en adelante, con motivo del largo período de. la libertad
y de la independencia.
Esto, ¿qué repercusión puede tener
en el proceso que estudiamos? Pues la valoración de los residentes de la ciudad
en ese elemento popular, aparentemente dejado de lado, aparece no comprendido,
no valorado, a veces desdeñado. El hecho de la participación activa de ese
elemento popular de la guerra de la independencia le dio un realce, un
prestigio, lo hizo aparecer como real, verdadero, viviente, vigente. Y los
hombres que componían ese pueblo se hicieron presentes con los elementos de su
propia cultura, que sólo entonces apareció como novedad para la gente de las
ciudades, cuando en realidad nunca había dejado de existir.
Si tomamos un ejemplo: el caso de
los cielitos entre nosotros, ejemplos equivalentes pueden darse para otras
regiones de América y el proceso es similar par amuchas regiones del mundo. Los
cielitos antes de la Revolución de Mayo representaban n bien folklórico, a los
anteriores a 1810 si los analizamos de acuerdo con las notas que hemos
considerado características de los fenómenos folklóricos, veríamos que se dan
en toda su plenitud porque eran populares, tradicionales, transmitidos por vía
oral y desempeñaban una función. Se transmitían empíricamente tenían su matiz
regional. Entonces, según la terminología que he propuesto hace años, a eso
llamaríamos, para el caso particular de los cielitos, folklore poético.
Folklore, porque ha cumplido todos
los elementos del proceso y ha llegado a
ser manifestación folklórica auténtica.
Entre los diversos modos de manifestarse del folklore, se trata de una
especie poética, le llamamos a eso folklore poético. Pero producida la
Revolución de Mayo se nota un cambio de función de los cielitos con respecto a
la comunidad en la cual se producen. Aquí entra en juego otro concepto que
hemos tratado de aclarar, el de función. Llenaban antes de 1819 una función
social, galante, artística, lúdica, por ocasiones eran juguetones procaces-como
decía Juan María Gutiérrez- eran cielitos, pero tendían, con mucha frecuencia,
al verde.
Eran maneras de satisfacer
necesidades, apetencias de los grupos, de las comunidades de la época. Por otra
parte, eran letras que acompañaban a una danza, de tal manera que formaban un
complejo cultural, con música, danza y letra.
Constituían una realidad folklórica
perfectamente definida. Producidos los acontecimientos de la revolución, las
necesidades de la lucha, de las guerras de la independencia, hicieron variar el
tono de la función.
Las necesidades colectivas no eran
necesidades de tipo puramente social, lúdico, eran necesidades de vida o muerte
en cuanto a la disposición de los hechos de la guerra y la aspiración a la
independencia. Al cambiar la necesidad cambia la función y entonces los
cielitos adoptan una nueva expresión, también funcional, porque satisfacen
necesidades distintas de las originales. Por ello entonces se hacen cielitos
combativos, bravos, en cuanto se convierten en algo así como un arma de
combate.
Estos cielitos fueron conocidos por
la gente de las ciudades con motivo de la difusión que de ellos se logra
mediante esta nueva circunstancia. Habían existido desde un tiempo indefinido,
anterior, pero habían estado latentes; esta circunstancia histórica los hace
salir a la superficie e incita a algunas individualidades, algunos poetas,
algunos autores perfectamente definidos del ámbito letrado a inspirarse en
dichas manifestaciones auténticas totalmente folklóricas, para la elaboración de
sus propias expresiones.
De allí se inician los cielitos de
Hidalgo y los posteriores, que, según nuestra terminología no serían ya
fenómenos folklóricos, sino proyecciones del folklore en una región.
Completando la diferencia
terminológica, así como los cielitos anteriores al siglo XIX serían folklore
poético del gaucho, los redactados por autores determinados, como Hidalgo, como
Ascasubi, etc., son poesía folklórica, no folklore poético.
La diferencia de concepto está en
que en un caso eran anónimos, colectivos, tradicionales, en el caso de Hidalgo
y los autores gauchescos en adelante son individuales, de reelaboración
personal, impresos y publicados para un público determinado.
Es decir, la contraposición sería,
por una parte, folklore literario; por otra parte, la literatura folklórica.
Volviendo a lo que estamos
diciendo: el acontecimiento histórico, en este caso las luchas por la
independencia, han removido esta napa subterránea que estaba fluyendo fuera de
la vista y de la producción de estas humanidades definidas, que convierten el
fenómeno folklórico originario en proyección, como es el caso de los cielitos.
Pero este ejemplo se puede
generalizar y se puede hablar no solamente de folklore de folklore poético,
sino también de costumbres o de cualquier otro tipo de cosas.
Otra circunstancia que confluyó a
favorecer esta vigencia más generalizada y totalmente urbana de los elementos
folklóricos, en el caso de América y de la Argentina, fue el advenimiento del
romanticismo. Aquí, adelantamos algunas palabras en el momento en que hablamos
del papel del movimiento romántico europeo en cuanto a la valoración de lo
popular, de lo anónimo, legendario, pintoresco, de lo que tiene color local.
Las mismas cosas podrían ser estudiadas, paralelamente, en el caso de la
Argentina.
Aquí el romanticismo ha venido a
ayudar, convergiendo con respecto al movimiento histórico, a la valoración de
lo popular y de lo tradicional. No es extraño observar cómo a partir de
entonces, mediados del siglo XIX en adelante, se produce el gran auge de la
poesía gauchesca, por una parte, y el nacimiento en el seno literario de ese
tiempo de lo que llamaríamos la literatura folklórica, la novela, el cuento, el
teatro, la poesía.
Otra de las circunstancias que
permite determinar la existencia de esta corriente que no deja de fluir de una
generación a otra a lo largo de siglos es ya la reiterada búsqueda técnica de
los investigadores, que en el nivel urbano tratan de sondear la realidad
popular, para dar con esa napa aparentemente extinguida. Y de allí viene la
sorpresa para nuestro caso, consideraremos el ámbito de la pampa-
Ventura Lynch, en plena época del
ochenta, ser lanza a la aventura de internarse en la pampa, en las pulperías y
en los toldos para documentar cuál era la realidad popular de ese gaucho que
bailaba, que creía, que comentaba, que cantaba.
Eso que él expone en un folleto muy modesto por su apariencia y por su
título, es una marcha sistemática de la iniciación de todo un proceso de
búsqueda, consciente ya, de averiguación de dónde están estas manifestaciones
que la gente consideraba perdidas.
A Lynch sigue toda la pléyade que
constituye luego toda nuestra propia ciencia folklórica. Una vez producido el
proceso, eso se mantiene, pero lejos del nivel de la ciudad, como corriente
incesante que representa, precisamente el estado latente.
En un determinado momento hay
hechos históricos, a los que hemos aludido, y un integrante de esa cultura
letrada se inspira en el trasfondo en estado latente., las reelabora y salen
por ejemplo, los cielitos de Hidalgo que se incorporan a aquella corriente como
manifestación de poesía gauchesca, no de poesía del gaucho. Así seguiríamos
hasta fines del siglo XIX y lo que va del XX, en que ya el proceso se invierte
y desde el nivel técnico, científico, universitario, se pasa a otro proceso, de
llegar consciente y mecánicamente a descubrir esa napa.
Así ocurrió con Lynch, con
Rossetti, con todos los folkloristas hasta nuestros días. En el caso particular
de Carrizo, él se ocupó especialmente del aspecto poético y encontró en esa
corriente en estado latente un enorme caudal.
Pero no se contentó con eso solamente, sino que realizó el estudio, la
documentación, la investigación de esos textos recogidos por él y en
confrontación con los materiales publicados de poemas, de cancioneros
hispánicos de principios del siglo XVIII.
Entonces remontó la corriente y
vino el Siglo de Oro español, con gran influencia originaria de gran parte de
los materiales que se encontraban en estado latente. Esto nos da una idea
gráfica del papel de la fluencia latente interminable, que no por carecer de
documentación escrita en cierto momentos deja de existir.
Insistimos en que no se puede
identificar documentación con realidad.
Al tratar el último punto de los
dedicados al folklore en el programa de ciencias Antropológicas, tendríamos
breves antecedentes de los estudios folklóricos en la Argentina. Me interesa comenzar por la aplicación de
algunas distinciones conceptuales que hemos hecho en el curso de estas
disertaciones, que podrían explicarse en cuanto a las manifestaciones de los
estudios sobre folklore hechos en el país.
Hemos diferenciado los fenómenos
folklóricos propiamente dichos de los que hemos propuesto llamar elementos de
folklore transculturados, por otra parte lo que hemos llamado proyección.
Si analizamos las obras que podrían
ser mencionadas como integrantes de la historia del Folklore Argentino, nos
encontraríamos con que muchas de ellas que habitualmente se dan como
antecedentes de obras folklóricas, justificarían un análisis mediante la
aplicación del primero de los dos conceptos comparados. Son obras que en su conjunto no pueden ser
llamadas de carácter folklórico, aunque en ellas haya, a veces en considerable
proporción, elementos de carácter
folklórico que el autor ha incorporado a su obra.
Si pensamos en obras de carácter
histórico, o bien literario, o en algunas aparentemente muy remotas, como
podrían ser obras sobre flora o sobre la fauna o la astronomía, acerca de
economía o sociología. No hay duda de que podríamos identificar en algunas de
ellas en los siglos XVII, XVIII, parte del XIX, muchos datos, elementos de
juicio que nos permitirían conocer mejor los antecedentes, la realidad, el
desarrollo del proceso de fenómenos folklóricos, pero eso no quiere decir que
la obra en su conjunto pueda ser considerada de carácter folklórico.
Si pensamos en la flora, para dar
un ejemplo muy extremo, el autor correspondiente hace alusión a leyendas
relacionadas con determinada flora, árboles o plantas, o la aplicación que la
experiencia popular ha hecho de algunas de esas plantas, de esas flores, con
motivo de recetas medicinales, o en el caso de prácticas mágicas; estos datos
podrían interesarnos en cuanto pudieran vincularse con fenómenos folklóricos
posteriores. Pero eso no quiere decir que la obra dedicada al estudio de la
flora, de la fauna, pudiera ser una obra folklórica porque contuviera datos,
elementos dignos de ser aprovechados en el estudio del folklore.
Conceptualmente son cosas diversas.
La confusión se hace mayor cuando las obras son de carácter etnográfico. Hemos
dicho que conceptualmente diferenciamos la cultura folk de la cultura
etnográfica y, también, que eso no significa un aislamiento de esos
campos. Pero desde el punto de vista de
la separación de campos de cada una de las disciplinas hacemos la distinción,
de modo que en crónicas de valor histórico, arqueológico o etnográfico, en que se
presentan las características de pueblos aborígenes americanos de los siglos
XVI y XVII, v amos a encontrar sin duda una cantidad de referencias que el
folklorista aprovechará para la interpretación, comparación, desarrollo
histórico del proceso de los fenómenos folklóricos posteriores. Pero no
interesa si la obra es etnográfica o histórica, en cuanto tal, sino en la
medida n que alguno de sus datos pudiera ser aplicado a la investigación del
folklore.
Otra categoría de obras que da
lugar a algunos desconciertos y a veces a polémicas, se refiere a la de los
viajeros. Al decir viajeros, me refiero
a viajeros extranjeros, no folkloristas.
Sus memorias son una fuente riquísima para el estudio del folklore, pero
no porque la obra misma sea de carácter folklórico, sino porque el viajero
suele incluir una cantidad de referencias, de relatos, de descripciones sobre
costumbres, narraciones, leyendas, indumentarias, transporte, cómo él ha visto
y sentido la atracción de la novedad y la ha incorporado a sus relatos.
Por eso las obras de los viajeros tienen
un pro y un contra: por una parte, la gran ventaja de dar noticias sobre
aspectos cotidianos, domésticos, corrientes, de la vida del paisano, que no
están documentados en otras fuentes, porque los que viven sumergidos en la
realidad cultural, rara vez escriben para describir aquello, en cambio al
viajero foráneo le llama la atención y así podemos conocer descripciones de
aspectos domésticos.
Otro polo de la cuestión es la
exactitud, la interpretación acertada y veraz que el viajero da a esos fenómenos
que observa. Porque no siempre la compenetración del viajero con esa realidad
es tanta como par ano deslizarse en interpretaciones caprichosas y a veces
totalmente infundadas, fantasiosas. Para los datos que se documentan en las
obras de viajeros, como para cualquier otro que el estudioso del folklore
utilice, lógicamente hay que estar prevenido con una crítica de los materiales
y las fuentes.
Otra fuente que deriva de obras que
pueden interesar en el estudio del Folklore Argentino, en que la obra misma puede
ser consultada, es lo que en términos genéricos sed ha llamado proyecciones. En
este caso me refiero especialmente a las proyecciones literarias, porque es
conveniente hacer la documentación, pero podría darse también el caso de
proyecciones musicales y de otras en el campo de la plástica.
Hay cuadros, por ejemplo, que
pueden servir como verdaderos documentos de análisis. De todos modos,
refrescamos el concepto de proyección, dando por sentado que son veraces y que
han respetado la realidad folklórica en la cual se inspiran, no dejan de ser
reelaboraciones personales de manifestaciones folklóricas.
En estas proyecciones hay muchos
datos, muchos elementos del folklore, pero eso no convierte a una novela, a una
obra de teatro, a un cuento de autor determinado, en una obra folklórica. Hemos recordado algunas oportunidades en que
la inquietud científica o por lo menos la curiosidad que está en camino de lo
científico, se ha manifestado entre nosotros y los nombres de los primeros
investigadores que trataron de ponerse en contacto con esa realidad folklórica,
conocerla, estudiarla, documentarla uy hacerla conocer.
Uno de esos casos se manifiesta con
la figura de Ventura Lynch, en la época del ’80. Se trata de una figura que
caracteriza a toda una generación argentina, que ofrece como rasgos distintivos
su refinamiento, su inquietud por las novelas europeas y su manifestación en el
Buenos Aires de entonces. Sin embargo,
algunos miembros conspicuos de esa generación sintieron la necesidad de conocer
ese trasfondo del país, esta tierra adentro para los hombres de la ciudad, este
interior dilatado y amplísimo de la República, que no siempre estaba en el
conocimiento directo, personal, familiar, de los hombres que se sentían mucho
más atraídos por las novedades de Europa.
Ventura Lynch es uno de esos
ejemplos, una de esas excepciones, porque ha sabido aunar el interés por lo
europeo –era descendiente de una familia aristocrática inglesa e hizo viajes y
estudios en Europa, estuvo al día con respecto a las novedades culturales
europeas de su tiempo-, pero a la ver
quiso conocer qué ocurría más allá de
este cerco de desierto que aislaba a la ciudad de Buenos Aires del resto del
país, especialmente con respecto a la pampa.
Se internó en ella, llegó a los
toldos, convivió con los paisanos en las tolderías. Los oyó cantar, les hizo
narrar sus historias. Como entre otras novedades de su formación había
incorporado el ejercicio de la taquigrafía, tomó nota textual de muchas cosas
que le narraban.
Así publicó en 1883 un folleto cuyo
título es La Provincia de Buenos Aires
hasta la definición de la cuestión
capital, es tan enigmático e indica
tan poco cuál es su contenido que no ha tenido la repercusión, en su momento,
que hubiera sido de esperar.
Allí estudia la vida del gaucho
bonaerense y hace una cantidad de aportes que siguen siendo fundamentales
respecto del folklore poético, narrativo y del coreográfico, del gaucho de la
provincia de Buenos Aires de aquella época. Se hizo una edición con el título
de Cancionero por el Instituto de
Literatura Argentina y yo mismo edité la ora, con un estudio preliminar
respecto de Lynch y de su caracterización como hombre del ’80, y me pareció que
reflejaba mejor el contenido de este curioso folleto el título de Folklore bonaerense que le di en esa
oportunidad. porque realmente es eso.
Con este autor y en esa época, se
iniciaría con respecto a Buenos Aires la serie de lo que hemos llamado los
precursores del rumbo científico del folklore. Los otros, en este caso
particular, no cvvan a ser sino unos nombres, porque no tendremos tiempo de
ahondar en el estudio de la producción de cada uno de ellos.
Si mencionamos el nombre de Adán
Quiroga, recordaremos también a uno de los grandes precursores del folklore, de
la ciencia folklórica argentina. Él fue también autor, hombre múltiple, de
formación universitaria que lo llevó al ejercicio de la profesión de abogado,
siempre en el interior. Está vinculado al interior argentino por la provincia
de nacimiento, donde estudió y se recibió de abogado, pro las provincias donde
actuó, San Juan, Catamarca, Córdoba y Tucumán; vivió siempre dentro de ese
ámbito provincial. Conoció mucho los pueblos de provincia e hizo
investigaciones históricas y arqueológicas, especialmente en la región del
valle Calchaquí, relacionada con Tucumán.
Lo que escribió de interés para el
folklore lo hizo en artículos periodísticos, esto ha sido una de las grandes
desventajas de esa personalidad. Fue poco conocido y aún lo es desde el punto
de vista de su contribución al estudio del folklore. Aunque gracias al empeño
de don Ricardo Rojas, que era en ese tiempo rector de la Universidad, se
publicaron en un fascículo de la Revista
de la Universidad de Buenos Aires, una serie de artículos recogidos por los
familiares de Adán Quiroga y publicados en diversas revistas y diarios del
interior.
Se consiguió publicar esta
recopilación de materiales y se le dio el título de Folklore Calchaquí. Por ser un fascículo de la Revista de la
Universidad, se ha difundido poco, es en general inhallable, el contenido no es
orgánico, ni es sistemático, carece de índice, de modo que aun obteniendo el
volumen hay que revisarlo con mucho cuidado para poder aprovechar lo que tiene
de valioso. Pero no todo es folklore y no todo es calchaquí en el contenido de
este volumen.
Más recientemente, el Dr. Alejo
Vignati, miembro de la Academia Nacional de Historia, ha publicado algunos
capítulos de interés folklórico, que proceden de artículos de Adán Quiroga,
pero lo ha hecho como gran investigador que es, en forma erudita, precisa, con
notas aclaratorias y es de gran valor en cuanto da una idea más concreta de lo
que significan esos estudios, Gasta ahora no han podido lograr la repercusión e
importancia que seguimos esperando algún día tengan, a través de una edición
cuidada.
Otra gran figura es la de don
Samuel Lafone Quevedo. Por circunstancias de familia dejó la sociedad porteña
donde actuaba como un gran señor y fue a instalarse a un establecimiento
catamarqueño, y se dedicó durante muchos años a la explotación de unas minas en
propiedades que habían sido de su padre y que él administró. La vida de don
Samuel en estas regiones fue muy interesante, no precisamente por el aspecto
industrial que pudo significar su actividad como minero, sino por la
curiosidad, por el empeño que puso en conocer la cultura folk de la región y a
la inversa, en hacer obra de cultura con respecto a esa población.
Así estableció escuelas, enseñó
música, formó bandas improvisadas con los lugareños, hizo una obra paternal en
el mejor sentido de la palabra, desinteresada y encomiable. El gran terremoto
económico del ’90, la crisis del ’90 dio por tierra con todas sus esperanzas y
lo obligó a volver a la ciudad. Pero establecido en su retiro, donde tenía un
piano, inclusive, había conseguido deslumbrar a algunos de sus visitantes,
entre los que se encontraban las personalidades más prominentes del país.
Esto fue cuando comenzaron a viajar
al interior a hacer los recorridos increíbles en las líneas de transporte más primitivas,
pero así pudo conocer entre otros al que fue después el perito Moreno, que se
sintió atraído y desconcertado por este reducto de cultura en medio de los
cerros catamarqueños.
Por eso cuando Francisco Moreno
fundó el Museo de La Plata le hizo la propuesta a don Samuel de incorporarse a
ese grupo inicial de profesores, de investigadores del mismo.
Lafone Quevedo se había interesado
en la lingüística, entre otras manifestaciones, en el estudio de las lenguas
indígenas. Había compilado una de las obras más notables, aunque ya hoy habría
que someterla a crítica con los nuevos conceptos y nuevas técnicas de
investigación, pero es muy útil folklóricamente hablando, pues constituye el
Tesoro del catamarqueñismo, porque en el curso de la publicación da el
significado de muchas palabras, hay elementos de valiosa raigambre folklórica.
Su amistad con el general Mitre lo
llevó a escribir una serie de colabnroaciones en La Nación y por empeño de aquél reunió después dichos artículos en
un libro al que puso un prólogo. Este libro es el que lleva por título Londres y Catamarca, donde se refiere a
la población catamarqueña, naturalmente.
Es una obra muy interesante y muy
rica en manifestaciones folklóricas, aunque todavía no la podríamos llamar obra
folklórica estrictamente, porque contiene materiales muy diversos,
En otro sentido podríamos mencionar
también la figura de Estanislao de Zeballos, como viajero incansable, como
conocedor concienzudo de la realidad del país y especialmente de la región de
La Pampa y la Patagonia. Sus estudios y sus conocimientos en Ciencias
naturales, en Geografía, lo vinculaban con muchas de las actividades intelectuales
de su tiempo, pues fue abogado, profesor universitario, jurista, ministro, al
mismo tiempo hombre de ciencia, de una extraordinaria actividad y de una
precocidad inconcebible. Fue uno de los fundadores de la Sociedad Científica
Argentina, de los Anales del Boletín del Instituto Geográfico
Argentino, a la desconcertante edad de 18 años.
Sus viajes por el interior, sobre
todo en vísperas de la campaña de Roca, de la expedición llamada la Conquista
del Desierto, lo llevó a escribir como una especie de prólogo técnico y teórico
que iluminaría con el conocimiento de la realidad geográfica y humana el
recorrido de esta expedición.
Dentro de la obra titulada Descripción amena de la República Argentina
(es interesante el adjetivo porque lo logra), hay una primera parte que es el Viaje al país de los araucanos, muy rica
en cuanto a elementos folklóricos, en cuanto a datos aprovechables, pero la
obra en conjunto no puede llamarse un estudio folklórico.
Así, podríamos mencionar también a
Daniel Granada, español que se radicó en Montevideo, pero que nos dejó dios
contribuciones importantes. Por una parte el vocabulario de argentinismos y,
por otra, una obra ambiciosa en su tiempo, es de 1896, que se titula Reseña de antiguas y modernas supersticiones
del Río de la Plata.
Es una rica obra que incluye una
gran cantidad de material bibliográfico, pero desgraciadamente no siempre
sometido a la crítica que hubiera sido de desear. Es una obra despareja, informe, en la que hay
que escoger los datos, hay que someterlos a crítica puesto que el autor mismo
[no] lo hizo y entresacar de allí lo aprovechable.
De todas estas figuras que acabo de
mencionar, sobresale a un nivel extraordinario Juan Ambrossetti. A Ambrossetti
le rindió homenaje el Congreso Internacional del Folklore en Buenos Aires; es
llamado desde entonces el padre del folklore argentino, una manera simbólica de
manifestar el reconocimiento de las generaciones posteriores a su obra.
Éste fue un investigador de campo
de primera calidad, se interesó también inicialmente por la ciencia en general,
en lo cual influyó la extraordinaria personalidad de Eduardo Ladislao Holmberg,
cuya casa frecuentó y con cuya hija María Elena se casó. Menciono el hecho
porque la señora de Ambrossetti ha sido una colaboradora e inspiradora
excepcional.
Ambrossetti hizo viajes de
investigación a regiones que en aquel momento parecían ya el fin del mundo, por
ejemplo, la selva misionera, el Chaco, la pampa central, la Puna de Atacama, la
puna jujeña, las quebradas de Jujuy, Tilcara, parte del valle de Lerma, el
valle Calchaquí. Es un recorrido que aún hoy pocos investigadores han
reconocido en la forma en que Ambrossetti lo pudo hacer entonces.
Su preocupación principal fue la
arqueología, en parte también la etnografía, pero nos ha dejado, al principio,
al margen de esa actividad científica. Luego se fue interesando en progresión
creciente por este material atractivo, nos ha dejado una serie de trabajos que
aparecieron como póstumos, que se publicaron el mismo año de la muerte de Ambrossetti
en 1917, muy conocidos con el título de Supersticiones
y leyendas.
Es un conjunto de trabajos, yo
mismo he tenido la satisfacción, con dos discípulos, en mi cátedra de entonces,
de publicar otro volumen en que he recogido los trabajos de Ambrossetti que no
estuvieron incluidos en Supersticiones y
leyendas. Aunque por razones editoriales el título es un poco confuso, el
originario es Viaje de un maturrango y
otros relatos folklóricos. Viaje de
un maturrango… es una amena descripción del primer viaje que
como hombre de ciencia hace a la región del litoral y del Chaco.
Además, hay importantes trabajos
recogidos en ese volumen que se enriquecen con profusas notas, con un estudio
preliminar de la bibliografía del autor, con índices, etc., de manera que se
hace una obra útil para la consulta.
Ambrossetti fue un hombre de
ciencia cabal, pero al mismo tiempo tuvo la suerte de conservar el sentido por
lo humano, No estudió ni a los indígenas ni a los paisanos como objetos de
museo, sino como seres humanos a los cuales se aproximó con afecto, con
simpatía, suscitando en ellos un gran cariño y, por lo tanto, una posibilidad
de colaboración muy especial. Ambriossetti manifestó también esta diversidad de
actitudes personales, porque así como fue in investigador de campo para las
regiones más apartadas e inhóspitas de nuestro país, como la puna de Atacama,
supo comportarse, en los más refinados y conspicuos ambientes científicos del
mundo, cuando actuó como delegado argentino a los congresos inter nacionales,
algunos de americanistas, donde desempeñó un papel de primera línea.
Ha dejado un recuerdo gratísimo
como personalidad humana y a la vez la huella de un hombre de ciencia
extraordinario, que inicia la marcha del folklore entre nosotros.
Junto a los investigadores
propiamente dichos, podeos mencionar sólo los nombres de algunos otros
personajes que comprendieron el valor de la documentación, del estudio,, de lo
folklórico y aunque no siempre hicieron ellos mismos obras de folkloristas
cabales, supieron alentar la obra de aquellos que investigaron.
Es el caso de Joaquín V. González o
el de Paul Groussac, que escribió artículos para numerosos congresos
internacionales. El caso de Roberto J. Payró, que, actuando como corresponsal
viajero de La Nación, recorrió regiones
del país, como Catamarca, que dieron origen a su libro En las tierras de Inti,
obra riquísima en materiales de observación directa de la vida popular del
noroeste.
Y la magna figura de don Ricardo
Rojas, no sólo por lo que él escribió, por las obras literarias que son
verdaderos paradigmas de lo que hemos llamado proyecciones en la literatura; si
pensamos en El país de la selva, o La salamanca, encontramos ejemplos
completos de proyecciones de primera mano, en cuanto al conocimiento profundo,
una compenetración del autor con el ambiente y con los elementos que usó para
sus obras.
Pero al mismo tiempo, otro tipo de
acción como la que llevó a cabo frente al Instituto de Literatura Argentina de
nuestra facultad, donde creó la sección folklore uy donde se han realizado
obras importantes por algunos discípulos.
He mencionado e insinuado el valor
de la obra de Juan Alfonso Carrizo, es el primer caso en la historia de
nuestros estudios folklóricos, del investigador de campo, dedicado “full time”
a su actividad. Gracias a la colaboración que don Ernesto Padilla prestó a la
obra en aquel momento al joven maestro, a quien permitió dejar sus obligaciones
del aula primaria para dedicarse a recorrer las provincias del noroeste y
recoger los cantares. Estos fueron publicados por obra del mismo Padilla en la
Universidad Nacional de Tucumán y de allí salieron editados algunos de los
cancioneros, el primero de todos de Catamarca, no tan completo como los otros;
pero luego los notables de Salta, de Jujuy, de Tucumán, de La Rioja, aparte de
ese volumen de síntesis, de interpretación a que me he referido hace un momento: Los antecedentes medievales de la poesía
tradicional argentina.
En el campo de la música podríamos
mencionar la figura de Andrés Chazarreta y de Gómez Carrillo. Pero hay también
valiosos aportes que muchos investigadores o autores han dado al folkliore
desde los campos de su particular especialidad. Historiadores, geógrafos,
lingüistas, sociólogos, han escrito, a veces, obras relacionadas con el folklore
muy valiosas.
Entre esas figuras hay que destacar
una que tiene una posición muy especial, siendo hombre formado en Alemania en
el campo de las ciencias naturales, en la medicina. Se dedicó en gran parte al
estudio del folklore argentino, me refiero a Roberto Lehmann Nietzsche. En esa
serie memorable, que se titula genéricamente Folklore argentino, hay estudios extraordinarios. Como los
destinados a la bota de potro, a la ramada, el retajo, y sobre todo la más
conocida de todas sus monografías, la dedicada a Santos Vega. Además de los
mitos ornitológicos relacionados con las aves americanas, como el crispín, el
cacui.
Con todo esto llegamos
prácticamente a nuestros días, abreviando mucho por razón de tiempo y por las
circunstancias, pero haciendo notar que en nuestro país hemos tenido la feliz
oportunidad de contar con estudios folklóricos organizados a nivel
universitario, cosa que no ocurre hasta hoy en gran parte de los otros países
de América.
Se fundó aquí la Licenciatura en
Folklore, que precedió a la Licenciatura en Ciencias Antropológicas, dentro de
la cual el folklore es una de las tres especialidades que ya concoen: una la
etnología, otra la arqueología y otra el folklore.
Y en términos más amplios, los
estudios folklóricos en nuestro país han superado el primitivo autodidactismo,
digo esto no porque no valore lo que pueda significar formación individual de
un estudioso que pueda llegar a los niveles de muchos de los que he nombrado, y
en los cuales reconocemos verdaderos y auténticos maestros. Pero en términos
generales, no es esa la manera ideal de comunicar o de difundir una ciencia.
Aquí han aparecido, se han fundado
instituciones, institutos de investigación, carreras universitarias y todo esto
ha dado en los últimos años un rigor, un nivel, a la formación de los
especialistas, que es realmente satisfactorio.
Han aparecido monografías sobre los más diversos campos, ya no se
insiste en el folklore poético, en el folklore narrativo como únicos sectores del
folklore y sus sentidos, sino que se han hecho monografías sobre aspectos
múltiples, todos muy diferentes.
Esa producción bibliográfica se ha
hecho tan caudalosa que ha aparecido la necesidad de compilar bibliografías que
recojan metódica y orgánicamente los datos de todas esas publicaciones para
guía del estudioso; es lo que yo he hecho con la bibliografía del folklore
argentino, que se publicó en el Fondo Nacional de las Artes. Hay ahora viajes
de investigación, investigaciones de campo, cosa normal en la formación
científica de los que se dedican al folklore.
Y este último ciclo de extensión
cultural realizado en el mes de mayo de este año nos da una muestra muy
reducida, pero para mí muy significativa, de lo que puede implicar lo que los
estudiantes o los licenciados hacen en cumplimiento de las exigencias
reglamentarias de la licenciatura, en cuanto a los viajes de investigación, y
lo que muestran de eso mismo en estas sesiones públicas, que en este caso han
tenido un éxito señalado y han permitido conocer las investigaciones hechas en
el último verano por estudiantes de la licenciatura que se han especializado en
folklore, que muestran la realidad de
estudios hechos en regiones nada accesibles y en circunstancias difíciles, no
solamente físicas, personales y de
ambiente, sino también en cuanto a la
investigación misma. Muestran lo que un entusiasmo ejemplar es capaz de
brindar. Creo que estos serían los puntos principales de una ciencia folklórica
juvenil, pero muy decidida al perfeccionamiento.
En este sentido las vinculaciones
internacionales son fundamentales, valiosísimas, porque tienen relación con lo
que se está haciendo en materia de investigación folklórica en todos los países
del mundo.
Lo definitivo, creo, sería
continuar con esta consigna cada vez más imperiosa, tratar de documentar cuanto
antes, de la manera más técnica posible, las manifestaciones folklóricas.
Retomando lo que tantas veces hemos dicho, precisamente por ser manifestación
dinámica, son también, a veces, efímeras. Uno llega con la investigación cuando
ya han desaparecido, esto es lo que habría que tratar de captar como
documentación en primer término, como estudio de investigación después.
Eso es lo que hemos tratado de
hacer nosotros mismos, los colegas, los alumnos, y en términos más generales, a
través de otros medios de documentación que están a disposición de todos, como
son por ejemplo los discos, que he logrado que se editaran en el Fondo Nacional
de las Artes y que llevan este título que ahora comprenderán muy bien. Son seis
longplay, con sus respectivos folletos explicativos y dispositivas en cada una
de las cajas. Estos seis discos, como serie, se titular Folklore musical y música folklórica.
De la misma manera, hay 100
diapositivas –las primeras 100- están en marcha la siguiente serie de folklore
en imágenes, con un folleto explicativo que puede servir, están a disposición
de quien las solicite para exhibirlas y los discos también, en las
instituciones que puedan hacer el correspondiente pedido. Para culminar con
esto, tal vez lo más ambicioso que he logrado hacer en el Fondo es este
relevamiento cinematográfico que lleva ya 21 películas, de las 32 filmadas.
En otro orden de cosas, lo que
estamos tratando de hacer en el campo de las artesanías, no sólo para
documentar, no sólo para conocer con el propósito técnico científico, sino
también con el de promoción de la artesanía y de ayuda al artesano. Por eso el
régimen se llama así, y lo he titulado así con toda intención y se llama: Régimen para estímulo de las artesanías y
ayuda de los artesanos.
Esta puesta en marcha de este
monumental movimiento de promoción y de ayuda a los artesanos ha significado
mediante la adquisición de piezas documentadas en el lugar de cada artesano,
frete a cada uno y pieza por pieza, y fue hecha por técnicos, lo que constituye
otra gran satisfacción de mi parte, y esta posibilidad de incorporar a esta
tarea todas las regiones del país con respecto a todas las actividades
artesanales. Hay licenciados, alumnos, discípulos aventajados que han hecho los
correspondientes seminarios de folklore dedicados a la artesanía, que hemos
dictado en el Departamento.
Esto ha permitido contratar, a mi
propuesta que responde a varios licenciados, que en este momento están
trabajando en el interior del país en cuanto a la documentación de las artesanías
y la adquisición de piezas a los artesanos más representativos. Quiero aludir a
esto porque se complementa el aspecto de investigación en el campo puramente
teórico con el aspecto de aplicación del folklore en el sentido humano, ayuda a
los artesanos, y en un sentido artístico, valoración o revaloración de las
artesanías.
Teniendo que abreviar demasiado por
tantos motivos y habiendo atravesado una época tan irregular como la que
estamos viviendo, quedo a disposición de ustedes para ampliar y aclarar
cualquier tipo de información que necesitan y mientras sea director del
Departamento de Ciencias Antropológicas. Esto vale también para todo el curso
de la carrera, no sólo para atender cualquier necesidad que se les presentara
como alumnos, sino para tener el gusto de encontrarlos.
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