miércoles, 15 de diciembre de 2021

A cincuenta años de una clase magistral del Dr. Augusto R. Cortazar

 

Augusto Raúl Cortazar

 

Apuntes de Introducción a las ciencias antropológicas –  Parte III – Folklore - Curso de  1971

 

Clase N, 17, 2 de junio de 1971

 

Hemos insistido en el concepto de que el folklore es el resultado de un proceso cultural   dinámico; que nada es folklore por sí mismo y que este proceso   se   cumple   habitualmente en el seno de ciertos grupos, de ciertas comunidades a las que, convencionalmente, en los últimos años hemos llamado sociedad folk.  Hemos tratado de caracterizar la cultura  que le es específica,  con sus rasgos, con sus características, con el estilo de vida que implica,

con las actitudes que provoca, de modo de diferenciarla de otros niveles, y tipos de cultura que se dan dentro del gran contexto de una sociedad.

Enfocamos en este momento el último de los puntos  del tema dedicado  a folklore,  desde  el  ángulo  de su trayectoria  histórica, refiriéndose  su formación desde  el momento del descubrimiento y la colonización de América hasta hoy.

Una característica que interesa destacar como punto de partida, es que los equivalentes a los que hoy llamamos grupos folk, se habrían constituido, históricamente hablando, con posterioridad. a la formación de los núcleos urbanos iniciales. Los grupos folk han ido  constituyéndose en  la zona de influencia de cada una   de  las. nacientes   ciudades, en las circunstancias  históricas  variables  para  cada   una  de  las regiones  y de las circunstancias.

Los antropólogos y los folkloristas han distinguido una caracterizaci6n propia para las sociedades  de  tipo  folk.  Hemos dicho que la misma no responde a una realidad determinada concreta, sino a una generalización a una abstracción de rasgos, que surge inductivamente del análisis de muchas comunidades y sociedades de ese tipo en el mundo. Estas respondieron también a estos rasgos y caracterizaciones.

Esta enumeración esquemática de lo que podríamos llamar conductos culturales, a  través  de los  cuales  los   elementos  llegan a los grupos folk, donde inician el proceso, será fructífero si llega a convertir este bien recibido en un fenómeno folklórico,  o resultará fallido si no se convierte en folklore, no obstante haber estado presente este bien en el ámbito de la cultura folk en algún momento. Estos distintos niveles a través de los cuales pueden llegar los bienes o los elementos folk al grupo correspondiente, serían los de una tradición cultural superior las transculturaciones urbanas directas de la ciudad a la campaña, las supervivencias de culturas pretéritas desintegradas y extinguidas como realidad orgánica viviente, los contactos y transferencias de un grupo folk a otro y las reelaboraciones y variantes que pueden producirse en el seno del mismo.

Imaginemos que estos procesos, a medida que se producen en los innumerables pequeños núcleos folk de América, desde el siglo XVI en adelante, son aldeas, pueblitos, que irán evolucionando de acuerdo con las circunstancias geográficas y antropogeográficas, demográficas, sociales, económicas, etc., de una forma u otra.

Desde el punto de vista de la ciudad misma que con el tiempo desarrollará su importancia como las primeras épocas de Asunción, de Potosí o de Li.ma, la cultura letrada, de nivel urbano, institucionalizada, guardará un grado de relación, de conocimiento y de familiaridad con las de tipo folk de los grupos dispersos en las campañas de América.

Insisto conceptualmente en la distinción entre· cultura folk y letrada, tecnificada, urbana, institucionalizada, libresca, porque hay distintos tipos de actitudes que permiten la diferenciación de un caso y de otro, pero ello no significa aislamiento, ni incomunicación entre la cultura urbana y la cultura folk. Muy por el contrario, esta intercomunicación es esencial para entender uno de los rasgos más característicos de la culturo. folk, como tam­bién la presencia en la cultura de nivel urbano de elementos de procedencia folk. Precisamente, entre las características de la cultura folk hemos mencionado la de una tradición cultural superior.

Estos elementos, la gran tradición a que se refiere Redfield en sus últimos trabajos, llega a los grupos folk, habitualmente, a través de las ciudades. De modo que la relación es, siempre, mucho más intensa culturalmente de lo que podría pensarse en un comienzo.

Eso no quiere decir (y esto es lo que ocurrió en todo ese largo  proceso   histórico   que va desde  el siglo XVI en adelante) que los integrantes letrados de la ciudad, que los núcleos y niveles que han estado  atentos  y ansiosos por  mantener el ritmo de la cultura europea,1ue les era familiar, que los grupos librescos y llamados cultos, universitarios (en las ciudades donde ya las universidades funcionaron desde los p:rimeros tiempos) hayan estado compenetrados, viviendo 1a realidad cotidiana de estas culturas  rurales dispersas, remotas, aisladas, de los múltiples grupos perdidos en la campaña y no siempre comunicados con la ciudad.

Los elementos letrados ele la ciudad tuvieron la actitud que les es habitual, es decir, estar al día, intentar asimilar las novedades que las metrópolis y las grandes ciudades de los países prestigiosos de cada época, enviaban como legados de sus novedades en literatura, en música, en costumbres, en filosofía, en. artes, en todas las expresiones de la vida. Pero mientras las ciudades recibían las novedades de todos los sectores de la cultura, generación tras generación, siglo tras siglo, qué ocurría con    la cultura folk que había detenido inicialmente un aporte y que permanecía aislada, no incomunicada, manteniéndose en su propia órbita.

Pues ocurría un fenómeno que podríamos llamar de ocultación con respecto a los sectores letrados urbanos, de estos elementos de cultura folk propios de los grupos correspondientes de la campaña del país que se considera. Esta falta de interés de la ciudad, esta actitud a veces, superior y desdeñosa, con respecto a estas manifestaciones rústicas, humildes y pueblerinas, hizo que se desconociera en los ambientes urbanos el tesoro de cada una de estas culturas folk representadas.

En el ámbito de las ciudades pareció que algunos de los elementos de estas culturas por no ser familiares en el ámbito urbano, habían desaparecido. Esto ocurrió cuando los investigadores hacia fines del siglo XVIII, y en el siglo XIX, comenzaron a interesarse por manifestaciones notables, muy difundidas, muy populares, dos o tres siglos atrás. La respuesta de la gente culta, letrada, fue invariablemente escéptica, esos bienes aparentemente habían desaparecido. Pero sesos bienes permanecieron en el seno de los grupos folk y fueron transmitiéndose de generación eh generación mediante un proceso que coincide con el que hemos llamado proceso de folklorización.

Algunas veces se fue enriqueciendo este patrimonio con nuevos aport.es, pero siempre merced al proceso   ineludible, al conocimiento  de  los elementos  o  de los bienes  que   el grupo folk recibe, su asimilación, su  vigencia social, su transmisión sincrónica a los miembros. Del grupo, su perduración diacrónica, por último, su folklorizaoión propiamente.  dicha, pone el matiz regional que representa la vinculación de esa cultura con el ambiente geográfico, en el seno del cual se desarrolla.

Esta situación,  este estado de la cultura folk, oculta a  los intereses y  a  la  curiosidad  de la  ciudad, es lo que Menéndez Pidal ha llamado el estado latente. Cuando aplicó el concepto con motivo  del estudio de los romances, obtuvo la comprobación suficiente como para formular esa teoría. El estado latente de los bienes culturales, aparentemente perdidos según los ambientes letrados de la ciudad, han seguido los procesos, que es         lo que conocemos cuan­do hemos. tratado de los procesos de folklorización.

Todo ha sido transmitido por vía oral, todo ha sido empírico, tradicionalmente mantenido de una generación a otra, y por ser regional, aislado, por no acudir a la escritura como medio habitual de transmisión, las manifestaciones de cultura  folk  a  lo largo de estos .siglos han quedado como vacías.

Menéndez Pidal insiste en que hay que precaverse contra ese exceso positivista  de identificar  documentación con la realidad. Lo que no está documentado por carecer de documentación no existe, o a la inversa, los elementos culturales existen no obstante esta circunstancia a veces casual, de no tener rastro alguno de la documentación. La evidencia de  que  existió,  de que existe, de que  seguirá existiendo porque los       procesos se mantienen en la historia  de la   cultura,   es  que en determinado  momento,circunstancias  diversas  :pueden  promover  una  aparición, una muestra, una manifestación  de  esos  elementos  folklóricos, en :principio negados y supuestamente desaparecidos.

¿Cuáles son las circunstancias que pueden favorecer manifestaciones de este tipo? Hay circunstancias de carácter  histórico y  otras  de carácter  cultural  o  estético.  Para referirnos a  algo próximo a. nosotros que nos permita interpretar y conocer mejor el proceso folk, pensemos en lo que  significó  para  la  América  española  el  movimiento  inicial  desde  1810   en   adelante,   con motivo del largo período de. la libertad y de la independencia.

Esto, ¿qué repercusión puede tener en el proceso que estudiamos? Pues la valoración de los residentes de la ciudad en ese elemento popular, aparentemente dejado de lado, aparece no comprendido, no valorado, a veces desdeñado. El hecho de la participación activa de ese elemento popular de la guerra de la independencia le dio un realce, un prestigio, lo hizo aparecer como real, verdadero, viviente, vigente. Y los hombres que componían ese pueblo se hicieron presentes con los elementos de su propia cultura, que sólo entonces apareció como novedad para la gente de las ciudades, cuando en realidad nunca había dejado de existir.

Si tomamos un ejemplo: el caso de los cielitos entre nosotros, ejemplos equivalentes pueden darse para otras regiones de América y el proceso es similar par amuchas regiones del mundo. Los cielitos antes de la Revolución de Mayo representaban n bien folklórico, a los anteriores a 1810 si los analizamos de acuerdo con las notas que hemos considerado características de los fenómenos folklóricos, veríamos que se dan en toda su plenitud porque eran populares, tradicionales, transmitidos por vía oral y desempeñaban una función. Se transmitían empíricamente tenían su matiz regional. Entonces, según la terminología que he propuesto hace años, a eso llamaríamos, para el caso particular de los cielitos, folklore poético.

Folklore, porque ha cumplido todos los elementos del  proceso y ha llegado a ser manifestación folklórica auténtica.  Entre los diversos modos de manifestarse del folklore, se trata de una especie poética, le llamamos a eso folklore poético. Pero producida la Revolución de Mayo se nota un cambio de función de los cielitos con respecto a la comunidad en la cual se producen. Aquí entra en juego otro concepto que hemos tratado de aclarar, el de función. Llenaban antes de 1819 una función social, galante, artística, lúdica, por ocasiones eran juguetones procaces-como decía Juan María Gutiérrez- eran cielitos, pero tendían, con mucha frecuencia, al verde.

Eran maneras de satisfacer necesidades, apetencias de los grupos, de las comunidades de la época. Por otra parte, eran letras que acompañaban a una danza, de tal manera que formaban un complejo cultural, con música, danza y letra.

Constituían una realidad folklórica perfectamente definida. Producidos los acontecimientos de la revolución, las necesidades de la lucha, de las guerras de la independencia, hicieron variar el tono de la función.

Las necesidades colectivas no eran necesidades de tipo puramente social, lúdico, eran necesidades de vida o muerte en cuanto a la disposición de los hechos de la guerra y la aspiración a la independencia. Al cambiar la necesidad cambia la función y entonces los cielitos adoptan una nueva expresión, también funcional, porque satisfacen necesidades distintas de las originales. Por ello entonces se hacen cielitos combativos, bravos, en cuanto se convierten en algo así como un arma de combate.

Estos cielitos fueron conocidos por la gente de las ciudades con motivo de la difusión que de ellos se logra mediante esta nueva circunstancia. Habían existido desde un tiempo indefinido, anterior, pero habían estado latentes; esta circunstancia histórica los hace salir a la superficie e incita a algunas individualidades, algunos poetas, algunos autores perfectamente definidos del ámbito letrado a inspirarse en dichas manifestaciones auténticas totalmente folklóricas, para la elaboración de sus propias expresiones.

De allí se inician los cielitos de Hidalgo y los posteriores, que, según nuestra terminología no serían ya fenómenos folklóricos, sino proyecciones del folklore en una región.

Completando la diferencia terminológica, así como los cielitos anteriores al siglo XIX serían folklore poético del gaucho, los redactados por autores determinados, como Hidalgo, como Ascasubi, etc., son poesía folklórica, no folklore poético.

La diferencia de concepto está en que en un caso eran anónimos, colectivos, tradicionales, en el caso de Hidalgo y los autores gauchescos en adelante son individuales, de reelaboración personal, impresos y publicados para un público determinado.

Es decir, la contraposición sería, por una parte, folklore literario; por otra parte, la literatura folklórica.

Volviendo a lo que estamos diciendo: el acontecimiento histórico, en este caso las luchas por la independencia, han removido esta napa subterránea que estaba fluyendo fuera de la vista y de la producción de estas humanidades definidas, que convierten el fenómeno folklórico originario en proyección, como es el caso de los cielitos.

Pero este ejemplo se puede generalizar y se puede hablar no solamente de folklore de folklore poético, sino también de costumbres o de cualquier otro tipo de cosas.

Otra circunstancia que confluyó a favorecer esta vigencia más generalizada y totalmente urbana de los elementos folklóricos, en el caso de América y de la Argentina, fue el advenimiento del romanticismo. Aquí, adelantamos algunas palabras en el momento en que hablamos del papel del movimiento romántico europeo en cuanto a la valoración de lo popular, de lo anónimo, legendario, pintoresco, de lo que tiene color local. Las mismas cosas podrían ser estudiadas, paralelamente, en el caso de la Argentina.

Aquí el romanticismo ha venido a ayudar, convergiendo con respecto al movimiento histórico, a la valoración de lo popular y de lo tradicional. No es extraño observar cómo a partir de entonces, mediados del siglo XIX en adelante, se produce el gran auge de la poesía gauchesca, por una parte, y el nacimiento en el seno literario de ese tiempo de lo que llamaríamos la literatura folklórica, la novela, el cuento, el teatro, la poesía.

Otra de las circunstancias que permite determinar la existencia de esta corriente que no deja de fluir de una generación a otra a lo largo de siglos es ya la reiterada búsqueda técnica de los investigadores, que en el nivel urbano tratan de sondear la realidad popular, para dar con esa napa aparentemente extinguida. Y de allí viene la sorpresa para nuestro caso, consideraremos el ámbito de la pampa-

Ventura Lynch, en plena época del ochenta, ser lanza a la aventura de internarse en la pampa, en las pulperías y en los toldos para documentar cuál era la realidad popular de ese gaucho que bailaba, que creía, que comentaba, que cantaba.  Eso que él expone en un folleto muy modesto por su apariencia y por su título, es una marcha sistemática de la iniciación de todo un proceso de búsqueda, consciente ya, de averiguación de dónde están estas manifestaciones que la gente consideraba perdidas.

A Lynch sigue toda la pléyade que constituye luego toda nuestra propia ciencia folklórica. Una vez producido el proceso, eso se mantiene, pero lejos del nivel de la ciudad, como corriente incesante que representa, precisamente el estado latente.

En un determinado momento hay hechos históricos, a los que hemos aludido, y un integrante de esa cultura letrada se inspira en el trasfondo en estado latente., las reelabora y salen por ejemplo, los cielitos de Hidalgo que se incorporan a aquella corriente como manifestación de poesía gauchesca, no de poesía del gaucho. Así seguiríamos hasta fines del siglo XIX y lo que va del XX, en que ya el proceso se invierte y desde el nivel técnico, científico, universitario, se pasa a otro proceso, de llegar consciente y mecánicamente a descubrir esa napa.

Así ocurrió con Lynch, con Rossetti, con todos los folkloristas hasta nuestros días. En el caso particular de Carrizo, él se ocupó especialmente del aspecto poético y encontró en esa corriente en estado latente un enorme caudal.  Pero no se contentó con eso solamente, sino que realizó el estudio, la documentación, la investigación de esos textos recogidos por él y en confrontación con los materiales publicados de poemas, de cancioneros hispánicos de principios del siglo XVIII.

Entonces remontó la corriente y vino el Siglo de Oro español, con gran influencia originaria de gran parte de los materiales que se encontraban en estado latente. Esto nos da una idea gráfica del papel de la fluencia latente interminable, que no por carecer de documentación escrita en cierto momentos deja de existir.

Insistimos en que no se puede identificar documentación con realidad.

Al tratar el último punto de los dedicados al folklore en el programa de ciencias Antropológicas, tendríamos breves antecedentes de los estudios folklóricos en la Argentina.  Me interesa comenzar por la aplicación de algunas distinciones conceptuales que hemos hecho en el curso de estas disertaciones, que podrían explicarse en cuanto a las manifestaciones de los estudios sobre folklore hechos en el país.

Hemos diferenciado los fenómenos folklóricos propiamente dichos de los que hemos propuesto llamar elementos de folklore transculturados, por otra parte lo que hemos llamado proyección.

Si analizamos las obras que podrían ser mencionadas como integrantes de la historia del Folklore Argentino, nos encontraríamos con que muchas de ellas que habitualmente se dan como antecedentes de obras folklóricas, justificarían un análisis mediante la aplicación del primero de los dos conceptos comparados.  Son obras que en su conjunto no pueden ser llamadas de carácter folklórico, aunque en ellas haya, a veces en considerable proporción,  elementos de carácter folklórico que el autor ha incorporado a su obra.

Si pensamos en obras de carácter histórico, o bien literario, o en algunas aparentemente muy remotas, como podrían ser obras sobre flora o sobre la fauna o la astronomía, acerca de economía o sociología. No hay duda de que podríamos identificar en algunas de ellas en los siglos XVII, XVIII, parte del XIX, muchos datos, elementos de juicio que nos permitirían conocer mejor los antecedentes, la realidad, el desarrollo del proceso de fenómenos folklóricos, pero eso no quiere decir que la obra en su conjunto pueda ser considerada de carácter folklórico.

Si pensamos en la flora, para dar un ejemplo muy extremo, el autor correspondiente hace alusión a leyendas relacionadas con determinada flora, árboles o plantas, o la aplicación que la experiencia popular ha hecho de algunas de esas plantas, de esas flores, con motivo de recetas medicinales, o en el caso de prácticas mágicas; estos datos podrían interesarnos en cuanto pudieran vincularse con fenómenos folklóricos posteriores. Pero eso no quiere decir que la obra dedicada al estudio de la flora, de la fauna, pudiera ser una obra folklórica porque contuviera datos, elementos dignos de ser aprovechados en el estudio del folklore.

Conceptualmente son cosas diversas. La confusión se hace mayor cuando las obras son de carácter etnográfico. Hemos dicho que conceptualmente diferenciamos la cultura folk de la cultura etnográfica y, también, que eso no significa un aislamiento de esos campos.  Pero desde el punto de vista de la separación de campos de cada una de las disciplinas hacemos la distinción, de modo que en crónicas de valor histórico, arqueológico o etnográfico, en que se presentan las características de pueblos aborígenes americanos de los siglos XVI y XVII, v amos a encontrar sin duda una cantidad de referencias que el folklorista aprovechará para la interpretación, comparación, desarrollo histórico del proceso de los fenómenos folklóricos posteriores. Pero no interesa si la obra es etnográfica o histórica, en cuanto tal, sino en la medida n que alguno de sus datos pudiera ser aplicado a la investigación del folklore.

Otra categoría de obras que da lugar a algunos desconciertos y a veces a polémicas, se refiere a la de los viajeros.  Al decir viajeros, me refiero a viajeros extranjeros, no folkloristas.  Sus memorias son una fuente riquísima para el estudio del folklore, pero no porque la obra misma sea de carácter folklórico, sino porque el viajero suele incluir una cantidad de referencias, de relatos, de descripciones sobre costumbres, narraciones, leyendas, indumentarias, transporte, cómo él ha visto y sentido la atracción de la novedad y la ha incorporado a sus relatos.

Por eso las obras de los viajeros tienen un pro y un contra: por una parte, la gran ventaja de dar noticias sobre aspectos cotidianos, domésticos, corrientes, de la vida del paisano, que no están documentados en otras fuentes, porque los que viven sumergidos en la realidad cultural, rara vez escriben para describir aquello, en cambio al viajero foráneo le llama la atención y así podemos conocer descripciones de aspectos domésticos.

Otro polo de la cuestión es la exactitud, la interpretación acertada y veraz que el viajero da a esos fenómenos que observa. Porque no siempre la compenetración del viajero con esa realidad es tanta como par ano deslizarse en interpretaciones caprichosas y a veces totalmente infundadas, fantasiosas. Para los datos que se documentan en las obras de viajeros, como para cualquier otro que el estudioso del folklore utilice, lógicamente hay que estar prevenido con una crítica de los materiales y las fuentes.

Otra fuente que deriva de obras que pueden interesar en el estudio del Folklore Argentino, en que la obra misma puede ser consultada, es lo que en términos genéricos sed ha llamado proyecciones. En este caso me refiero especialmente a las proyecciones literarias, porque es conveniente hacer la documentación, pero podría darse también el caso de proyecciones musicales y de otras en el campo de la plástica.

Hay cuadros, por ejemplo, que pueden servir como verdaderos documentos de análisis. De todos modos, refrescamos el concepto de proyección, dando por sentado que son veraces y que han respetado la realidad folklórica en la cual se inspiran, no dejan de ser reelaboraciones personales de manifestaciones folklóricas.

En estas proyecciones hay muchos datos, muchos elementos del folklore, pero eso no convierte a una novela, a una obra de teatro, a un cuento de autor determinado, en una obra folklórica.  Hemos recordado algunas oportunidades en que la inquietud científica o por lo menos la curiosidad que está en camino de lo científico, se ha manifestado entre nosotros y los nombres de los primeros investigadores que trataron de ponerse en contacto con esa realidad folklórica, conocerla, estudiarla, documentarla uy hacerla conocer.

Uno de esos casos se manifiesta con la figura de Ventura Lynch, en la época del ’80. Se trata de una figura que caracteriza a toda una generación argentina, que ofrece como rasgos distintivos su refinamiento, su inquietud por las novelas europeas y su manifestación en el Buenos Aires de entonces.  Sin embargo, algunos miembros conspicuos de esa generación sintieron la necesidad de conocer ese trasfondo del país, esta tierra adentro para los hombres de la ciudad, este interior dilatado y amplísimo de la República, que no siempre estaba en el conocimiento directo, personal, familiar, de los hombres que se sentían mucho más atraídos por las novedades de Europa.

Ventura Lynch es uno de esos ejemplos, una de esas excepciones, porque ha sabido aunar el interés por lo europeo –era descendiente de una familia aristocrática inglesa e hizo viajes y estudios en Europa, estuvo al día con respecto a las novedades culturales europeas de su  tiempo-, pero a la ver quiso conocer qué  ocurría más allá de este cerco de desierto que aislaba a la ciudad de Buenos Aires del resto del país, especialmente con respecto a la pampa.

Se internó en ella, llegó a los toldos, convivió con los paisanos en las tolderías. Los oyó cantar, les hizo narrar sus historias. Como entre otras novedades de su formación había incorporado el ejercicio de la taquigrafía, tomó nota textual de muchas cosas que le narraban.

Así publicó en 1883 un folleto cuyo título es La Provincia de Buenos Aires hasta la definición de la cuestión capital,  es tan enigmático e indica tan poco cuál es su contenido que no ha tenido la repercusión, en su momento, que hubiera sido de esperar.

Allí estudia la vida del gaucho bonaerense y hace una cantidad de aportes que siguen siendo fundamentales respecto del folklore poético, narrativo y del coreográfico, del gaucho de la provincia de Buenos Aires de aquella época. Se hizo una edición con el título de Cancionero por el Instituto de Literatura Argentina y yo mismo edité la ora, con un estudio preliminar respecto de Lynch y de su caracterización como hombre del ’80, y me pareció que reflejaba mejor el contenido de este curioso folleto el título de Folklore bonaerense que le di en esa oportunidad. porque realmente es eso.

Con este autor y en esa época, se iniciaría con respecto a Buenos Aires la serie de lo que hemos llamado los precursores del rumbo científico del folklore. Los otros, en este caso particular, no cvvan a ser sino unos nombres, porque no tendremos tiempo de ahondar en el estudio de la producción de cada uno de ellos.

Si mencionamos el nombre de Adán Quiroga, recordaremos también a uno de los grandes precursores del folklore, de la ciencia folklórica argentina. Él fue también autor, hombre múltiple, de formación universitaria que lo llevó al ejercicio de la profesión de abogado, siempre en el interior. Está vinculado al interior argentino por la provincia de nacimiento, donde estudió y se recibió de abogado, pro las provincias donde actuó, San Juan, Catamarca, Córdoba y Tucumán; vivió siempre dentro de ese ámbito provincial. Conoció mucho los pueblos de provincia e hizo investigaciones históricas y arqueológicas, especialmente en la región del valle Calchaquí, relacionada con Tucumán.

Lo que escribió de interés para el folklore lo hizo en artículos periodísticos, esto ha sido una de las grandes desventajas de esa personalidad. Fue poco conocido y aún lo es desde el punto de vista de su contribución al estudio del folklore. Aunque gracias al empeño de don Ricardo Rojas, que era en ese tiempo rector de la Universidad, se publicaron en un fascículo de la Revista de la Universidad de Buenos Aires, una serie de artículos recogidos por los familiares de Adán Quiroga y publicados en diversas revistas y diarios del interior.

Se consiguió publicar esta recopilación de materiales y se le dio el título de Folklore Calchaquí. Por ser un fascículo de la Revista de la Universidad, se ha difundido poco, es en general inhallable, el contenido no es orgánico, ni es sistemático, carece de índice, de modo que aun obteniendo el volumen hay que revisarlo con mucho cuidado para poder aprovechar lo que tiene de valioso. Pero no todo es folklore y no todo es calchaquí en el contenido de este volumen.

Más recientemente, el Dr. Alejo Vignati, miembro de la Academia Nacional de Historia, ha publicado algunos capítulos de interés folklórico, que proceden de artículos de Adán Quiroga, pero lo ha hecho como gran investigador que es, en forma erudita, precisa, con notas aclaratorias y es de gran valor en cuanto da una idea más concreta de lo que significan esos estudios, Gasta ahora no han podido lograr la repercusión e importancia que seguimos esperando algún día tengan, a través de una edición cuidada.

Otra gran figura es la de don Samuel Lafone Quevedo. Por circunstancias de familia dejó la sociedad porteña donde actuaba como un gran señor y fue a instalarse a un establecimiento catamarqueño, y se dedicó durante muchos años a la explotación de unas minas en propiedades que habían sido de su padre y que él administró. La vida de don Samuel en estas regiones fue muy interesante, no precisamente por el aspecto industrial que pudo significar su actividad como minero, sino por la curiosidad, por el empeño que puso en conocer la cultura folk de la región y a la inversa, en hacer obra de cultura con respecto a esa población.

Así estableció escuelas, enseñó música, formó bandas improvisadas con los lugareños, hizo una obra paternal en el mejor sentido de la palabra, desinteresada y encomiable. El gran terremoto económico del ’90, la crisis del ’90 dio por tierra con todas sus esperanzas y lo obligó a volver a la ciudad. Pero establecido en su retiro, donde tenía un piano, inclusive, había conseguido deslumbrar a algunos de sus visitantes, entre los que se encontraban las personalidades más prominentes del país.

Esto fue cuando comenzaron a viajar al interior a hacer los recorridos increíbles en las líneas de transporte más primitivas, pero así pudo conocer entre otros al que fue después el perito Moreno, que se sintió atraído y desconcertado por este reducto de cultura en medio de los cerros catamarqueños.

Por eso cuando Francisco Moreno fundó el Museo de La Plata le hizo la propuesta a don Samuel de incorporarse a ese grupo inicial de profesores, de investigadores del mismo.

Lafone Quevedo se había interesado en la lingüística, entre otras manifestaciones, en el estudio de las lenguas indígenas. Había compilado una de las obras más notables, aunque ya hoy habría que someterla a crítica con los nuevos conceptos y nuevas técnicas de investigación, pero es muy útil folklóricamente hablando, pues constituye el Tesoro del catamarqueñismo, porque en el curso de la publicación da el significado de muchas palabras, hay elementos de valiosa raigambre folklórica.

Su amistad con el general Mitre lo llevó a escribir una serie de colabnroaciones en La Nación y por empeño de aquél reunió después dichos artículos en un libro al que puso un prólogo. Este libro es el que lleva por título Londres y Catamarca, donde se refiere a la población catamarqueña, naturalmente.

Es una obra muy interesante y muy rica en manifestaciones folklóricas, aunque todavía no la podríamos llamar obra folklórica estrictamente, porque contiene materiales muy diversos,

En otro sentido podríamos mencionar también la figura de Estanislao de Zeballos, como viajero incansable, como conocedor concienzudo de la realidad del país y especialmente de la región de La Pampa y la Patagonia. Sus estudios y sus conocimientos en Ciencias naturales, en Geografía, lo vinculaban con muchas de las actividades intelectuales de su tiempo, pues fue abogado, profesor universitario, jurista, ministro, al mismo tiempo hombre de ciencia, de una extraordinaria actividad y de una precocidad inconcebible. Fue uno de los fundadores de la Sociedad Científica Argentina, de los Anales del Boletín del Instituto Geográfico Argentino, a la desconcertante edad de 18 años.

Sus viajes por el interior, sobre todo en vísperas de la campaña de Roca, de la expedición llamada la Conquista del Desierto, lo llevó a escribir como una especie de prólogo técnico y teórico que iluminaría con el conocimiento de la realidad geográfica y humana el recorrido de esta expedición.

Dentro de la obra titulada Descripción amena de la República Argentina (es interesante el adjetivo porque lo logra), hay una primera parte que es el Viaje al país de los araucanos, muy rica en cuanto a elementos folklóricos, en cuanto a datos aprovechables, pero la obra en conjunto no puede llamarse un estudio folklórico.

Así, podríamos mencionar también a Daniel Granada, español que se radicó en Montevideo, pero que nos dejó dios contribuciones importantes. Por una parte el vocabulario de argentinismos y, por otra, una obra ambiciosa en su tiempo, es de 1896, que se titula Reseña de antiguas y modernas supersticiones del Río de la Plata.

Es una rica obra que incluye una gran cantidad de material bibliográfico, pero desgraciadamente no siempre sometido a la crítica que hubiera sido de desear.  Es una obra despareja, informe, en la que hay que escoger los datos, hay que someterlos a crítica puesto que el autor mismo [no] lo hizo y entresacar de allí lo aprovechable.

De todas estas figuras que acabo de mencionar, sobresale a un nivel extraordinario Juan Ambrossetti. A Ambrossetti le rindió homenaje el Congreso Internacional del Folklore en Buenos Aires; es llamado desde entonces el padre del folklore argentino, una manera simbólica de manifestar el reconocimiento de las generaciones posteriores a su obra.

Éste fue un investigador de campo de primera calidad, se interesó también inicialmente por la ciencia en general, en lo cual influyó la extraordinaria personalidad de Eduardo Ladislao Holmberg, cuya casa frecuentó y con cuya hija María Elena se casó. Menciono el hecho porque la señora de Ambrossetti ha sido una colaboradora e inspiradora excepcional.

Ambrossetti hizo viajes de investigación a regiones que en aquel momento parecían ya el fin del mundo, por ejemplo, la selva misionera, el Chaco, la pampa central, la Puna de Atacama, la puna jujeña, las quebradas de Jujuy, Tilcara, parte del valle de Lerma, el valle Calchaquí. Es un recorrido que aún hoy pocos investigadores han reconocido en la forma en que Ambrossetti lo pudo hacer entonces.

Su preocupación principal fue la arqueología, en parte también la etnografía, pero nos ha dejado, al principio, al margen de esa actividad científica. Luego se fue interesando en progresión creciente por este material atractivo, nos ha dejado una serie de trabajos que aparecieron como póstumos, que se publicaron el mismo año de la muerte de Ambrossetti en 1917, muy conocidos con el título de Supersticiones y leyendas.

Es un conjunto de trabajos, yo mismo he tenido la satisfacción, con dos discípulos, en mi cátedra de entonces, de publicar otro volumen en que he recogido los trabajos de Ambrossetti que no estuvieron incluidos en Supersticiones y leyendas. Aunque por razones editoriales el título es un poco confuso, el originario es Viaje de un maturrango y otros relatos folklóricos. Viaje de un maturrango… es  una amena descripción del primer viaje que como hombre de ciencia hace a la región del litoral y del Chaco.

Además, hay importantes trabajos recogidos en ese volumen que se enriquecen con profusas notas, con un estudio preliminar de la bibliografía del autor, con índices, etc., de manera que se hace una obra útil para la consulta.

Ambrossetti fue un hombre de ciencia cabal, pero al mismo tiempo tuvo la suerte de conservar el sentido por lo humano, No estudió ni a los indígenas ni a los paisanos como objetos de museo, sino como seres humanos a los cuales se aproximó con afecto, con simpatía, suscitando en ellos un gran cariño y, por lo tanto, una posibilidad de colaboración muy especial. Ambriossetti manifestó también esta diversidad de actitudes personales, porque así como fue in investigador de campo para las regiones más apartadas e inhóspitas de nuestro país, como la puna de Atacama, supo comportarse, en los más refinados y conspicuos ambientes científicos del mundo, cuando actuó como delegado argentino a los congresos inter nacionales, algunos de americanistas, donde desempeñó un papel de primera línea.

Ha dejado un recuerdo gratísimo como personalidad humana y a la vez la huella de un hombre de ciencia extraordinario, que inicia la marcha del folklore entre nosotros.

Junto a los investigadores propiamente dichos, podeos mencionar sólo los nombres de algunos otros personajes que comprendieron el valor de la documentación, del estudio,, de lo folklórico y aunque no siempre hicieron ellos mismos obras de folkloristas cabales, supieron alentar la obra de aquellos que investigaron.

Es el caso de Joaquín V. González o el de Paul Groussac, que escribió artículos para numerosos congresos internacionales. El caso de Roberto J. Payró, que, actuando como corresponsal viajero de La Nación, recorrió regiones del país, como Catamarca, que dieron origen a su libro En las tierras de Inti, obra riquísima en materiales de observación directa de la vida popular del noroeste.

Y la magna figura de don Ricardo Rojas, no sólo por lo que él escribió, por las obras literarias que son verdaderos paradigmas de lo que hemos llamado proyecciones en la literatura; si pensamos en El país de la selva, o La salamanca, encontramos ejemplos completos de proyecciones de primera mano, en cuanto al conocimiento profundo, una compenetración del autor con el ambiente y con los elementos que usó para sus obras.

Pero al mismo tiempo, otro tipo de acción como la que llevó a cabo frente al Instituto de Literatura Argentina de nuestra facultad, donde creó la sección folklore uy donde se han realizado obras importantes por algunos discípulos.

He mencionado e insinuado el valor de la obra de Juan Alfonso Carrizo, es el primer caso en la historia de nuestros estudios folklóricos, del investigador de campo, dedicado “full time” a su actividad. Gracias a la colaboración que don Ernesto Padilla prestó a la obra en aquel momento al joven maestro, a quien permitió dejar sus obligaciones del aula primaria para dedicarse a recorrer las provincias del noroeste y recoger los cantares. Estos fueron publicados por obra del mismo Padilla en la Universidad Nacional de Tucumán y de allí salieron editados algunos de los cancioneros, el primero de todos de Catamarca, no tan completo como los otros; pero luego los notables de Salta, de Jujuy, de Tucumán, de La Rioja, aparte de ese volumen de síntesis, de interpretación a que me he referido hace un momento: Los antecedentes medievales de la poesía tradicional argentina.

En el campo de la música podríamos mencionar la figura de Andrés Chazarreta y de Gómez Carrillo. Pero hay también valiosos aportes que muchos investigadores o autores han dado al folkliore desde los campos de su particular especialidad. Historiadores, geógrafos, lingüistas, sociólogos, han escrito, a veces, obras relacionadas con el folklore muy valiosas.

Entre esas figuras hay que destacar una que tiene una posición muy especial, siendo hombre formado en Alemania en el campo de las ciencias naturales, en la medicina. Se dedicó en gran parte al estudio del folklore argentino, me refiero a Roberto Lehmann Nietzsche. En esa serie memorable, que se titula genéricamente Folklore argentino, hay estudios extraordinarios. Como los destinados a la bota de potro, a la ramada, el retajo, y sobre todo la más conocida de todas sus monografías, la dedicada a Santos Vega. Además de los mitos ornitológicos relacionados con las aves americanas, como el crispín, el cacui.

Con todo esto llegamos prácticamente a nuestros días, abreviando mucho por razón de tiempo y por las circunstancias, pero haciendo notar que en nuestro país hemos tenido la feliz oportunidad de contar con estudios folklóricos organizados a nivel universitario, cosa que no ocurre hasta hoy en gran parte de los otros países de América.

Se fundó aquí la Licenciatura en Folklore, que precedió a la Licenciatura en Ciencias Antropológicas, dentro de la cual el folklore es una de las tres especialidades que ya concoen: una la etnología, otra la arqueología y otra el folklore.

Y en términos más amplios, los estudios folklóricos en nuestro país han superado el primitivo autodidactismo, digo esto no porque no valore lo que pueda significar formación individual de un estudioso que pueda llegar a los niveles de muchos de los que he nombrado, y en los cuales reconocemos verdaderos y auténticos maestros. Pero en términos generales, no es esa la manera ideal de comunicar o de difundir una ciencia.

Aquí han aparecido, se han fundado instituciones, institutos de investigación, carreras universitarias y todo esto ha dado en los últimos años un rigor, un nivel, a la formación de los especialistas, que es realmente satisfactorio.  Han aparecido monografías sobre los más diversos campos, ya no se insiste en el folklore poético, en el folklore narrativo como únicos sectores del folklore y sus sentidos, sino que se han hecho monografías sobre aspectos múltiples, todos muy diferentes.

Esa producción bibliográfica se ha hecho tan caudalosa que ha aparecido la necesidad de compilar bibliografías que recojan metódica y orgánicamente los datos de todas esas publicaciones para guía del estudioso; es lo que yo he hecho con la bibliografía del folklore argentino, que se publicó en el Fondo Nacional de las Artes. Hay ahora viajes de investigación, investigaciones de campo, cosa normal en la formación científica de los que se dedican al folklore.

Y este último ciclo de extensión cultural realizado en el mes de mayo de este año nos da una muestra muy reducida, pero para mí muy significativa, de lo que puede implicar lo que los estudiantes o los licenciados hacen en cumplimiento de las exigencias reglamentarias de la licenciatura, en cuanto a los viajes de investigación, y lo que muestran de eso mismo en estas sesiones públicas, que en este caso han tenido un éxito señalado y han permitido conocer las investigaciones hechas en el último verano por estudiantes de la licenciatura que se han especializado en folklore,  que muestran la realidad de estudios hechos en regiones nada accesibles y en circunstancias difíciles, no solamente físicas,  personales y de ambiente, sino también  en cuanto a la investigación misma. Muestran lo que un entusiasmo ejemplar es capaz de brindar. Creo que estos serían los puntos principales de una ciencia folklórica juvenil, pero muy decidida al perfeccionamiento.

En este sentido las vinculaciones internacionales son fundamentales, valiosísimas, porque tienen relación con lo que se está haciendo en materia de investigación folklórica en todos los países del mundo.

Lo definitivo, creo, sería continuar con esta consigna cada vez más imperiosa, tratar de documentar cuanto antes, de la manera más técnica posible, las manifestaciones folklóricas. Retomando lo que tantas veces hemos dicho, precisamente por ser manifestación dinámica, son también, a veces, efímeras. Uno llega con la investigación cuando ya han desaparecido, esto es lo que habría que tratar de captar como documentación en primer término, como estudio de investigación después.

Eso es lo que hemos tratado de hacer nosotros mismos, los colegas, los alumnos, y en términos más generales, a través de otros medios de documentación que están a disposición de todos, como son por ejemplo los discos, que he logrado que se editaran en el Fondo Nacional de las Artes y que llevan este título que ahora comprenderán muy bien. Son seis longplay, con sus respectivos folletos explicativos y dispositivas en cada una de las cajas. Estos seis discos, como serie, se titular Folklore musical y música folklórica.

De la misma manera, hay 100 diapositivas –las primeras 100- están en marcha la siguiente serie de folklore en imágenes, con un folleto explicativo que puede servir, están a disposición de quien las solicite para exhibirlas y los discos también, en las instituciones que puedan hacer el correspondiente pedido. Para culminar con esto, tal vez lo más ambicioso que he logrado hacer en el Fondo es este relevamiento cinematográfico que lleva ya 21 películas, de las 32 filmadas.

 

En otro orden de cosas, lo que estamos tratando de hacer en el campo de las artesanías, no sólo para documentar, no sólo para conocer con el propósito técnico científico, sino también con el de promoción de la artesanía y de ayuda al artesano. Por eso el régimen se llama así, y lo he titulado así con toda intención y se llama: Régimen para estímulo de las artesanías y ayuda de los artesanos.

Esta puesta en marcha de este monumental movimiento de promoción y de ayuda a los artesanos ha significado mediante la adquisición de piezas documentadas en el lugar de cada artesano, frete a cada uno y pieza por pieza, y fue hecha por técnicos, lo que constituye otra gran satisfacción de mi parte, y esta posibilidad de incorporar a esta tarea todas las regiones del país con respecto a todas las actividades artesanales. Hay licenciados, alumnos, discípulos aventajados que han hecho los correspondientes seminarios de folklore dedicados a la artesanía, que hemos dictado en el Departamento.

Esto ha permitido contratar, a mi propuesta que responde a varios licenciados, que en este momento están trabajando en el interior del país en cuanto a la documentación de las artesanías y la adquisición de piezas a los artesanos más representativos. Quiero aludir a esto porque se complementa el aspecto de investigación en el campo puramente teórico con el aspecto de aplicación del folklore en el sentido humano, ayuda a los artesanos, y en un sentido artístico, valoración o revaloración de las artesanías.

Teniendo que abreviar demasiado por tantos motivos y habiendo atravesado una época tan irregular como la que estamos viviendo, quedo a disposición de ustedes para ampliar y aclarar cualquier tipo de información que necesitan y mientras sea director del Departamento de Ciencias Antropológicas. Esto vale también para todo el curso de la carrera, no sólo para atender cualquier necesidad que se les presentara como alumnos, sino para tener el gusto de encontrarlos.

 

 

 

 

 

 

 

 

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