lunes, 1 de noviembre de 2021

Celebración del Día de los Muertos

 Augusto Raúl Cortazar

 

El Día de los Muertos

Por fin, al cerrarse el ciclo vital frente al misterio de la muerte, se produce una riquísima gama de manifestaciones colectivas, alguna de las cuales se vinculan con el aspecto que aquí se considera.

También la ceremonia fúnebre propiamente dicha, como el novenario que le sigue y el simbólico “lavado de la ropa del muerto” que se practica a su término, dan lugar a reuniones no siempre recatas y sobrias. Es cierto que no “se arma baile”, pero los brindis son abundantes y reiterados, pero en todas las ocasiones semejantes.

El entierro del angelito es un intrincado haz de supervivencias y simbolismos, cuyo nudo dramático es el dolor por la muerte del hijo pequeño y el gozo cristiano de considerar su alma cándida convertida en ángel del Señor.

La convicción en la inmortalidad del alma es absoluta y firme. Sobrevivencia no lejana y estática, sino activa y actuante en el mundo de los vivos; el alma “ronda” su casa y los lugares frecuentados durante su tránsito por el mundo y trajina “borrando el rastro”. Y más aún. El espirito puede ocasionalmente separarse del cuerpo en vida, ya debido a un susto provocado por el Diablo, ya por su encuentro con el Duende que prefiere a los niños. Para que aquel torne a incorporarse al ser abandonado, hay que llamarlo, arrastrar en la noche una prenda del enfermo nombrándolo con lúgubre cadencia y por fin hacer en las cuatro esquinas del cuarto, en sendos tiestos, sahumerios de alhucema, romero y “basurita” de la casa.

Por lo mismo, el día que la liturgia destina a recordar las almas, el 2 de noviembre, tiene tan particular celebración. Se les prepara ofrendas de comida y no escasean diversas prácticas inspiradas en la  concepción de la vida sobrenatural del espíritu. Por cierto que después de haber concedido a las ánimas el “zumito” de los manjares, los devoran concienzudamente los circundantes e invitados.

 

Fragmento del texto de Augusto Raúl Cortazar El Carnaval en el Folklore Calchaquí, Ediciones Del Robledal, Salta, 2008, p. 111/12.

La primera edición de esta obra fue publicada por Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1948

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