jueves, 22 de diciembre de 2022

Augusto R. Cortazar- Nacimiento - Fragmento de "Usos y costumbres"

 

Augusto R. Cortazar

                                                          Nacimiento 

 Los ranchos de apariencia más humilde, en remotos lugares de valles y sierras, llanuras y montes rebosan de criaturas. Factores biológicos y espirituales impulsan a los padres a ser prolíficos, pero no faltan las razones económicas: los niños ayudan en las faenas diarias desde tierna edad y son la esperanza de apoyo en la vejez. Aunque recibidos a veces con indiferencia y criados con descuido, los hijos son esperados como un bien. La mujer sabe que si es estéril se desvalorizará en el concepto social, pues es peor considerada la "machorra" que la madre fecunda, aun cuando su unión matrimonial no fuera legítima. Las esposas que temen un fracaso acuden, tanto a novenas y promesas, como a prácticas que, bajo apariencia de terapéuticas son esencialmente mágicas: al carnear una oveja o llama fecundada, por ejemplo, buscan los fetos porque el ingerirlos "fortifica la matriz". Las vendedoras de yuyos y polvos en las ferias y mercados del Noroeste suelen ofrecerlos salados y secos con el mismo fin. Cuando la esposa adquiere la certeza de que su aspiración se ha cumplido, puede permitirse el lujo de expresar sus antojos. Son deseos vehementes de saborear o poseer determinadas cosas, que el marido y parientes buscarán procurárselas, no sólo por la consideración especial que suscita una mujer en tal estado, sino para prevenir que la criatura nazca con manchas o defectos físicos que trasluzcan el antojo no satisfecho. El alumbramiento no es por lo común, para las madres, un suceso trascendental y conmovedor. Se acompasa mas bien con lo natural del fenómeno que el ganado y los animales domésticos muestran a diario. No es raro que la mujer que ha ido al cerro tras su rebaño o al monte a sus quehaceres tenga familia en pleno campo. Por cuarenta días llevará la madre la cabeza envuelta, pues se considera imprudencia, que puede ser mortal, el lavarse el cabello durante ese lapso. Con la llegada del hijo se produce acaso en la familia una alteración de pocos días; el niño inicia su vida en rústicas cunas, que no son comúnmente mas que simples cueros de oveja o bien cajones o canastos que suelen colgarse, o viejos ponchos plegados sobre tientos sujetos a dos fuertes estacas. Cuando reanuda la madre sus actividades normales lleva consigo a la criatura; en el Noroeste acostumbran cargada suspendida a la espalda por el rebozo, anudado sobre el pecho, y a cuyos pliegues se amolda el cuerpecito: se dice que la guagua va quepida o gualida. Cuando puede tenerse en pie pasa de la cuna a la tuncuna, hoyo o pequeño pozo tapizado con cueros y frazadas en el cual se introduce a la criatura, que fortalece allí sus piernecitas y está segura mientras la madre atiende sus ocupaciones caseras. Se le ponen al alcance de la mano trocitos de pan o de charqui con los que juega, endurece las encías y "engaña el estómago"; por momentos apoya la cabecita en el borde acolchado de la tuncuna y olvida su cautiverio en alas del sueño.

Fuente Augusto R. Cortazar, Usos y costumbres, disponible en

 http://www.edisalta.ar/usosycostumbres.html